lunes, diciembre 19, 2005

Los trece de Priaranza


Sobre la tierra revuelta, entre la quietud de los árboles, cerré los ojos y quise imaginar aquella noche del 16 de Octubre de 1936, me sobresaltó el estruendo de un disparo, un tiro de gracia que resonó por todo el valle, me estremecí como debieron hacerlo aquellos inocentes que esperaban espantados la bala que acabaría con su vida. Sentí su angustia, su incomprensión ante aquel hecho. Quise huir como debieron desear hacerlo ellos, correr ladera abajo, ocultarme entre los árboles, quise poder volar para escapar de la barbarie, quise llorar, pero no pude.
Recuerdo pequeños momentos que han quedado grabados en mi memoria, como aquella tarde del verano de 1993 junto a Evaristo, sentado en un escalón sobre una acera en Camponaraya. El era el padre de mi casera, le recuerdo feliz, siempre sonriente, exceptuando aquel par de minutos.
Allí sentados hablábamos de nuestras cosas, del tiempo, del trabajo, de fútbol, de antiguos ligues desaprovechados... Evaristo levantó la cabeza y su mirada desprendió un odio que en él nunca había visto, por la carretera, sobre una bici, pasaba un hombre de complexión gruesa que pedaleaba con dificultad, Evaristo musitó algo entre dientes y escupió sobre la acera.
-Todabía lleva pistola- Me dijo- Ese cabrón debería estar muerto.
-¿De qué le conoces?
-Era el chivato de los nacionales. Si te señalaba, eras hombre muerto. Siempre lleva pistola, teme por su vida, hay mucha gente que desearía verle muerto.- Por el tono de su voz adiviné que él era uno de esos.
De todas las guerras, la civil es la mas cruel, luchan hermano contra hermano, amante contra amado, vecino contra vecino, amigo contra ahora enemigo.
Siempre he escuchado historias sobre aquella guerra, me sorprendía la manera que la gente formaba a pasar parte de uno u otro bando, unos se encontraban en el sitio equivocado en una época equivocada, y eran alistados por aquellos que primero por allí pasaban, otros cambiaban de bando por la comida-"Al parecer el rancho era más abundante en la zona republicana"-, otros cambiaban por amistad o por estar mas cerca de los suyos, en realida creo que la gran mayoría no se sentía identificado con ninguna de las dos causas, que les había tocado luchar pero lo cierto es que no sabían ni con quién ni porqué. Si todas las guerras son crueles, aquellas en las que no sabes por que luchas, además de crueles son absurdas.
Sobre aquella cuneta de Priaranza todavía pueden oirse los llantos de las viudas, de las madres sin hijos, de los hijos sin padres, de los amigos sin camarada, todavía resuenan los disparos, el grito de los inocentes y el callado susurro de la venganza.
Imaginé la noche fría, el ruido de los neumáticos sobre la hierba, el barro, las voces de los pistoleros, la desesperación de las víctimas, sus súplicas, el desdén y las burlas de los ejecutores, la sangre fría del asesino y la resignación del ajusticiado.
Abandoné aquel pueblo en mi coche, por el retrovisor observé alejarse los árboles que ahora cubren las tumbas, aceleré, quise alejarme lo mas rápido posible, huir del recuerdo imaginado, huir con el deseo de no volver a oir mas tiros de gracia, de no volver a ver mas fosas inútiles, de no volver a contemplar mas lágrimas injustas. Huir de mi mismo, de mi estúpida condición humana que ha convertido este paraiso en un campo de batalla.

Este artículo está dedicado a la me moria de Juan Francisco Falagán, Enrique González Miguel, Manuel Lago, Emilio Silva Faba y a los otros nueve inocentes de Priaranza.

Para saber mas sobre la historia de los trece de Priaranza:
http://www.geocities.com/priaranza36/

Para conocer a los responsables de las exhumaciones:
http://www.memoriahistorica.org

1 comentario:

Silvia dijo...

Hola amigo:
claro que no me importa que incluyas mi página en tu blog; al contrario, para mí es un honor que la incluyas en tu página. Yo también añadiré la tuya porque también me encanta.
Un saludo :)