domingo, diciembre 25, 2005

Mi bella dama



Fotografia amablemente cedida por Jorge Marsico.Argentina


Debía comer rápido, tenía que acabar el balance del año y aún había un montón de papeles pendientes sobre mi mesa. No había llegado el primer plato, el restaurante estaba repleto. Grupos de personas comentaban la jornada entre risas y estruendo, yo me aislé en mis quehaceres. De la entrada surgió la figura de una anciana de indescifrable edad, avanzaba a duras penas, tenía un tamaño diminuto y su espalda dibujaba una curva muy pronunciada. Llevaba una especie de chubasquero de color indefinido, desgastado desde la bastilla hasta el cuello, las piernas enfundadas en unos leotardos oscuros y polvorientos, y los pies encajados en unos vetustos zapatos carentes de tacón y roídos por todas partes. Me llamó la atención el color de su pelo, era negro mate por un lado y de un canoso albino por el otro. Se detuvo en todas las mesas, enseñaba una especie de cartulina que sostenía entre las manos. La gente apenas reparaba en su presencia y la despejaban con un simple ademán. Rodeó todo el comedor hasta quedar frente a mí, se acercó y me mostró la octavilla, ni siquiera llegué a leerla, mi mirada se quedó fija en el rostro de la dama, estaba surcado de fuertes y profundas arrugas que le hacían desaparecer los labios. Las cejas pobladas y blancas apenas dejaban vislumbrar la claridad azul de sus ojos, tampoco logré distinguir lo que me dijo, su voz sonaba gruesa, como si no saliera de aquel diminuto cuerpo, que parecía poseido por un gigante de voz profunda. Deposité sobre su mano una moneda de dos euros, y esta se cerró de inmediato, la anciana hizo un giro veloz y se alejó con celeridad. Observé a mi alrededor, me sentí curioseado, como un bicho extraño entre animales de otra especie. Otros todavía mantenían su vista fija en la ancina, que abandonaba el local con cierta celeridad.
Acabé rápido mi menú, ahorré el postre y el café, tenía prisa. Salí del restaurante y caminé con diligencia, el día era claro, pero el aire frío me sacudía con fuerza el rostro y me obligaba a entrecerrar los párpados. Había optado por dirigirme al restaurante andando, por lo que debía de cruzar varias calles hasta llegar a la oficina, aproveché para curiosear algún escaparate, la calle lucía abandonada, la gente comía y la vida de la urbe parecía aletargada. Disfrutaba del paseo cuando de una calle que bajaba perpendicular, surgió la figura de mi bella dama limosnera, casi chocamos, ella alzó la vista y me miró, pareció reconocerme pero no dijo nada, giró y aceleró el paso. Me detuve y observécomo se alejaba. Intenté imeginarla joven, me pregunté si el azul de sus ojos sería consecuencia del desgaste de tantas lágrimas. Enderecé su columna y dí brillo a sus cabellos. Me pregunté en qué momento de su vida había escogido el camino equivocado. A mis treinta y seis años, la vida me había puesto ante varias encrucijadas por las que fuí optando una a una hasta llegar a lo que soy, sé que mi existencia podía haber sido distinta si hubiera tomado otros caminos , cual de ellos me hubiera llevado al suyo, cual de los que me quedan por coger son los equivocados y cuales los apropiados. A lo lejos mi bella dama se giró, el cabello voló sobre sus hombros ergidos, eran cabellos negros, de brillante azabache, sus ojos oscuros se clevaron en los míos, de sus labios surgió una sonrisa, labios carnosos enfundados en carmín que resaltaban sobre unos dientes aperlados. Ya no llevaba puesto el andrajoso chubasquero, exhibía un traje claro, sus piernas eran largas y finas, de muslos firmes y estrecha cintura, su imagen parecía flotar sobre sus zapatos blancos de tacón.
Sonreí y dibujé con mis labios una frase:
-"Hasta pronto, mi bella dama".




lunes, diciembre 19, 2005

Los trece de Priaranza


Sobre la tierra revuelta, entre la quietud de los árboles, cerré los ojos y quise imaginar aquella noche del 16 de Octubre de 1936, me sobresaltó el estruendo de un disparo, un tiro de gracia que resonó por todo el valle, me estremecí como debieron hacerlo aquellos inocentes que esperaban espantados la bala que acabaría con su vida. Sentí su angustia, su incomprensión ante aquel hecho. Quise huir como debieron desear hacerlo ellos, correr ladera abajo, ocultarme entre los árboles, quise poder volar para escapar de la barbarie, quise llorar, pero no pude.
Recuerdo pequeños momentos que han quedado grabados en mi memoria, como aquella tarde del verano de 1993 junto a Evaristo, sentado en un escalón sobre una acera en Camponaraya. El era el padre de mi casera, le recuerdo feliz, siempre sonriente, exceptuando aquel par de minutos.
Allí sentados hablábamos de nuestras cosas, del tiempo, del trabajo, de fútbol, de antiguos ligues desaprovechados... Evaristo levantó la cabeza y su mirada desprendió un odio que en él nunca había visto, por la carretera, sobre una bici, pasaba un hombre de complexión gruesa que pedaleaba con dificultad, Evaristo musitó algo entre dientes y escupió sobre la acera.
-Todabía lleva pistola- Me dijo- Ese cabrón debería estar muerto.
-¿De qué le conoces?
-Era el chivato de los nacionales. Si te señalaba, eras hombre muerto. Siempre lleva pistola, teme por su vida, hay mucha gente que desearía verle muerto.- Por el tono de su voz adiviné que él era uno de esos.
De todas las guerras, la civil es la mas cruel, luchan hermano contra hermano, amante contra amado, vecino contra vecino, amigo contra ahora enemigo.
Siempre he escuchado historias sobre aquella guerra, me sorprendía la manera que la gente formaba a pasar parte de uno u otro bando, unos se encontraban en el sitio equivocado en una época equivocada, y eran alistados por aquellos que primero por allí pasaban, otros cambiaban de bando por la comida-"Al parecer el rancho era más abundante en la zona republicana"-, otros cambiaban por amistad o por estar mas cerca de los suyos, en realida creo que la gran mayoría no se sentía identificado con ninguna de las dos causas, que les había tocado luchar pero lo cierto es que no sabían ni con quién ni porqué. Si todas las guerras son crueles, aquellas en las que no sabes por que luchas, además de crueles son absurdas.
Sobre aquella cuneta de Priaranza todavía pueden oirse los llantos de las viudas, de las madres sin hijos, de los hijos sin padres, de los amigos sin camarada, todavía resuenan los disparos, el grito de los inocentes y el callado susurro de la venganza.
Imaginé la noche fría, el ruido de los neumáticos sobre la hierba, el barro, las voces de los pistoleros, la desesperación de las víctimas, sus súplicas, el desdén y las burlas de los ejecutores, la sangre fría del asesino y la resignación del ajusticiado.
Abandoné aquel pueblo en mi coche, por el retrovisor observé alejarse los árboles que ahora cubren las tumbas, aceleré, quise alejarme lo mas rápido posible, huir del recuerdo imaginado, huir con el deseo de no volver a oir mas tiros de gracia, de no volver a ver mas fosas inútiles, de no volver a contemplar mas lágrimas injustas. Huir de mi mismo, de mi estúpida condición humana que ha convertido este paraiso en un campo de batalla.

Este artículo está dedicado a la me moria de Juan Francisco Falagán, Enrique González Miguel, Manuel Lago, Emilio Silva Faba y a los otros nueve inocentes de Priaranza.

Para saber mas sobre la historia de los trece de Priaranza:
http://www.geocities.com/priaranza36/

Para conocer a los responsables de las exhumaciones:
http://www.memoriahistorica.org

domingo, diciembre 04, 2005

Viejas historias


Como dicta el encabezamiento de mi página esta es una puerta a las historias sobre el Bierzo, esas historias que a veces quedan en olvidos y no se transcriben, que surgen del boca en boca y van macerando en los recuerdos de los más antiguos del lugar. Ayer tarde, a la hora del café, me encontré con el señor José, un jubilado de la Minero de aspecto noble y sonrisa siempre a punto, suele recordar, en amenas conversaciones, retazos de aquella época de posguerra, donde a mis ojos todo luce en blanco y negro, y que para él son lúcidos recuerdos a todo color. La conversación empezó sobre lo turbio que bajaba el Meruelo, el me explico que el Sil, por el contrario, bajaba cristalino, que no era normal en tiempos de lluvias torrenciales.
-Bajamos al Puente de los Judíos-(relataba José)- a ver si seguía allí la trucha, es una trucha enorme que descansa en un lateral bajo el puente, y allí estaba, lleva varios meses merodeando por el lugar.-Me pareció delicioso, un grupo de veteranos bajando al la ladera del río a contemplar una trucha, la simplicidad del acto me conmovió, sólo, pensé, alguien de mente limpia y alma descansada puede recrearse con actos tan simples. José seguía relatándome sus recuerdos con voz suave, sin cambios bruscos en su entonación, como si relatara el prólogo de un cuento sobre la cama de un infante.-Antiguamente solíamos bañarnos allí, había un pozo enorme, nadie conseguía subir una piedra del fondo- Me explicó José para darme cuenta de lo profundo que era.- Los más osados-Prosiguió- Se tiraban desde una plataforma que estaba a un par de metros de la orilla, por lo que debían impulsarse bastante para no caer sobre las piedras. El que es ahora padre de el dueño del Hotel Madrid era un fenómeno, se tiraba haciendo el salto del ángel, claro que el venía de aprender esas técnicas de otros lugares, aquí, por aquel entonces, no teníamos piscinas.
Siguió relatando viejas historias sobre antiguos héroes locales que se tiraban al Sil para pescar truchas a mano, bajo un pequeño salto que provocaban las piedras, y que estos surgían del fondo con varias truchas en manos y boca y que eso se divulgaba por todo el pueblo de boca en boca exagerando cada vez mas la gesta y que donde eran dos truchas a la quinta boca que lo relataba eran cinco y que con los años podía preguntar a los lugareños y aun recordarían aquellas insignes hazañas de los antiguos pobladores del Sil. Siento no poder recordar los nombres de aquellos de los que me hablaba, pero estoy seguro que ellos si se recuerdan en los años 40 o 50 con sus cuerpos más fornidos y en forma para aguantar un par de minutos bajo las aguas del Sil a la sombra del Puente de los Judíos.
El señor José dejó de relatar y perdió su mirada en un punto lejano de la sala, mantenía ese aspecto amable y sonriente bajo su poblado bigote canoso, estoy seguro que en algún lugar de su mente sonaban los chapuceos, los gritos y los saltos del Sil de hace cincuenta años, cuando para él el futuro era incierto y el mío improbable.

sábado, diciembre 03, 2005

Molinaseca


Municipio de la Comarca del Bierzo,rodeado de preciosos paisajes de montaña lleno de árboles. Su economía está basada principalmente en industrias agroalimentarias relacionadas con los embutidos de cerdo y en el turismo rural, aumentando sus plazas de hospedaje en los últimos años.
En pleno Camino de Santiago, esta villa es visitada anualmente por decenas de miles de caminantes que disfrutan de sus paisajes y de sus gentes, quedando para siempre en su recuerdo.
Por su entrada del camino lo primero que nos encontramos es la Iglesia de las Angustias, que data del siglo XVIII, del que destacamos el retablo mayor hecho por Pedro Núñez de Losada. Cruzamos el río Meruelo sobre el puente románico y acabamos adentrándonos en el empedrado paisaje de sus estrechas callejuelas entre pétreas fachadas que parecen besarse por su cercanía. En el casco urbano encontraremos numerosos restaurantes y tascas donde saciar nuestra sed y nuestro apetito con vino de la tierra y sabrosas carnes. Antes de abandonar el laberinto calcáreo de sus calles debemos echar un vistazo al cristo de piedra que pone fin a esta ruta empedrada. Saliendo del pueblo nos encontraremos con su albergue para peregrinos del Camino de Santiago por el que han pasado notables huéspedes, escritores, cantantes, actores, y hasta, por entonces un futuro, y a día de hoy un auténtico papa, que pronóstico a su paso por esta tierra su futura misión y como si de un arca de los deseos se tratara esta comarca le concedió el privilegio de convertirse, como era su deseo, en el prelado de todos los cristianos, el Benedicto, el primer papa tras la era de Juan Pablo II.
También esta es tierra de conocidos escritores y de no tan conocidos "negros" que escriben para otros.....Pero esa es otra historia.
En fin, vine, me enamoré y decidí quedarme en esta lugar del que sigue sorprendiéndome la belleza de su quietud y de sus gentes, del verde y moteado paisaje y la tranquilidad que en mi provoca este entorno